La Hermandad del Caos

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

15
El secreto de Anansi

Alderinel despertó y ella no estaba. Su amada reina le había abandonado. No podía dejar de mirar en línea recta, en dirección a la salida. Notaba que ella estaba en esa dirección. No podía dejar de pensar en ella. Cada segundo sin su presencia era una tortura. Todo lo demás le importaba bien poco. Ahora sabía que su destino era darle hijos a la reina araña y adorarla. Que todo lo que había hecho en su vida anterior tenía como objetivo reunirse con ella. Ah, cuánto tiempo desperdiciado en disputas familiares. Intentó moverse. Tenía que ir a buscarla. No soportaba estar separado de ella. Pero algo le impedía los movimientos. De pronto, notó que ella volvía y dejó de forcejear. Sí, eran sus dulces pasos. Entraba de nuevo en la cueva. Su reina apareció a sus ojos en forma de elfa. Traía algo bajo el brazo.

Mi reina. ¿Dónde estabas?

Anansi no respondió. Se limitó a dejar sobre un altar el bulto que llevaba. Era el brazo corrupto de Endegal.

He conocido al hijo de tu hermano.

Le has matado... Dime que ha sufrido mucho.
Que vio sus propias tripas salir de su cuerpo.

No. Sigue vivo. Le dejé ir.

¿Por qué, mi amada? ¿Por qué?

Porque tiene una misión que cumplir aquí.
Les di un pequeño susto a él y a sus amigos.
Venían a por ti y los alejé.

15. El secreto de Anansi

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

¡Tendrías que haberlos matado a todos!

Necio. No sabes nada. Los Señores del Caos están desbocados. Lo que tienen planeado es lo más estúpido que ha pasado por la cabeza de nadie.

¡Mátales a ellos, entonces, mi reina! Tu poder es grande.

Lo es. Pero ellos lo han confinado a los dominios cercanos de esta cueva. No puedo alejarme de ella sin perder mi poder. Yo les enseñé casi todo lo que saben y ellos me invocaron a este plano de existencia que se me estaba vetado. Pero consiguieron atarme en corto. Por eso necesito a tus amigos aquí. Si ellos les matan quedaré libre al fin.

¡Déjame entonces que les ayude!
¡Deshollaré vivos a los Señores del Caos!

No. Tú tienes una misión mejor que hacer aquí.

¿Darte hijos?

Ya tengo tu simiente y se está gestando ya dentro de mí una nueva raza. Ellos serán como tú y como yo. Listos, hermosos, rápidos y mortales. Cuerpo de elfo, mente de araña. Hasta ahora sólo podía engendrar arañas y drarañas. Contigo por fin es posible mi sueño.

De haberlo sabido hubiera venido directo a esta cueva hace siglos.

No, estúpido. Te crees que crear la raza perfecta es tan sencillo como que una diosa fornique con un simple elfo. Necio. Los Señores del Caos tienen tu misma capacidad de análisis en estos temas. Necesitaba un elfo con odio reprimido en su interior. Un elfo que aceptara de buen grado mi regalo y que liberase su rabia. Que se intoxicara. Que aceptara la tentación del poder. Que su cuerpo mutara y madurara. Que matara a sus congéneres. A su propio padre. Has venido a mí como el ser que yo esperaba.
En el momento preciso.
¿Y ellos qué han hecho? Míralos. Con sus prisas e ignorancia han creado una raza de enanos blancos que son capaces de vestirse o reproducirse solos de puro milagro. Sólo saben llevar piedras de un lado a otro. Sin alma. Sin sangre. Son lo que el Orden y la Ley quieren conseguir; meros obreros sin alma que construyan sus caprichos sin chistar. Los enanos blancos cumplen un cometido claro, eso sí, pero de haber invertido un poco más de ciencia y tiempo en ellos, serían capaces de luchar contra sus enemigos. Los túneles serían una fortaleza vigilada por los enanos blancos y los invasores no los podrían utilizar para llegar al fondo de la sima. Tus amigos harán eso y puede que triunfen y espero que lo hagan, pues lo que los Señores del Caos pueden traer a este mundo puede destruirnos a todos. Los muy necios creen que la destrucción suma es el Caos absoluto. Caos no es destrucción, es la imprevisibilidad de poner en juego multitud de factores con alma, pensamiento y ansia de poder. Es libertad de pensamiento, de movimientos, de acción. ¿Pero ellos? Arrasarán con todo y entonces no quedará nada. Todo morirá. ¿Y qué cosa hay más estable que un mundo muerto? ¿Qué hay de diversión en eso? Yo, sin embargo, traeré al mundo una raza mortífera, inteligente, capaz de urdir sus propios planes y matar a sus propios padres. Ansiarán el poder sobre las demás cosas y ello les hará confabular y conspirar, prosperarán como raza, matando a los débiles y perfeccionándose a través de los siglos. Me amarán como tú me amas y harán lo que les plazca a cada momento. Serán imprevisibles y conquistarán primero el subsuelo y luego la superficie.

¿Qué hay de interés en el subsuelo?

15. El secreto de Anansi

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

Tu ignorancia es infinita. En esta realidad existen numerosos túneles y cavernas en las profundidades. Criaturas de lo más variopintas, nuevas y primigenias. Razas que no creerías. Grandes imperios y un sinfín de riquezas y magia. Los accesos hacia el mundo exterior por estas tierras están aquí en esta fosa, aunque cerrados desde hace mucho tiempo. En las tierras más allá del Desierto de Piedra las cuevas que dan acceso a las profundidades son más abundantes.

Dime entonces en qué más puedo servirte, mi reina.
Puedo darte los hijos que necesites.

Ya te he dicho que ya estoy preñada. Pariré dentro de cien años cerca de mil elfos oscuros. Se reproducirán entre ellos y formarán el mayor imperio de ciudades de las profundidades. Me adorarán. Cada uno de sus asesinatos me será ofrecido en sacrificio y con ello mi poder aumentará. Cuando tenga más poder que Arkalath, lo destruiré.
A él y a Ommerok.
Y gobernaré así ésta y otras esferas.

¿Destruir a Arkalath?

Me encerró en una dimensión espejo. Tuve que recurrir a muchas argucias para poder salir. Muchos engaños, ceder parte de mi poder a simples mortales a través de mi sangre y del reflejo de los objetos pulidos y de aguas ponzoñosas. Siglos de trabajo para que al final me sacasen de allí los Señores del Caos y traerme a este plano.

15. El secreto de Anansi

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

¿Cuál es entonces mi cometido aquí?

La diosa araña escupió una pasta blanquecina que tapó la boca de Alderinel.

Necesito que te calles. Lo mejor que puedes hacer es contemplarme y adorarme. Y alimentar a mis hijas antes de que mueras, que será pronto. Sí, te queda poca vida. Esa espada te hizo un daño irreparable. Mi veneno ha anulado tu sentido del dolor y mi magia te ha permitido articular tus miembros a voluntad, haciéndote creer que estabas de nuevo sano. Por suerte ha sido suficiente para que pudieras inseminarme.
Pero morirás en breve.
Si todo va bien, tu último aliento lo darás con el último bocado de mis hambrientas hijas.
Conservo tu carne con vida porque la carne de orco es de muy mala calidad.
Regocíjate, porque eres carne de calidad para mis hijas.

Alderinel miró entonces a su alrededor y a sí mismo. Estaba anclado contra pared, mágicamente, sin poder moverse, salvo el cuello y los músculos de la cabeza. Cientos de arañas mordisqueaban hambrientas sus miembros. Otras miles esperaban su turno. Estaban bien aleccionadas. Primero los miembros, luego la pelvis, luego los múculos y dejar para el final órganos vitales y cerebro. Ya no tenía manos ni pies. Los huesos se los llevaban aparte las arañas más grandes para deshacerlos con su veneno y poder tragarlos mejor. Alderinel se regocijó, pues era carne de calidad para las hijas de su amada reina.

15. El secreto de Anansi

“La Hermandad del Caos” y la portada del presente libro son obra de Víctor Martínez Martí y se encuentran bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
Para ver una copia de esta licencia, visita http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/.

By Víctor Martínez Martí @endegal