La Hermandad del Caos

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

18
Fosas de muerte

Vallathir estaba tan obsesionado con el Nigromante que tardó un tiempo en darse cuenta que el portal se había cerrado a sus espaldas y ello significaba que no podía volver a ayudar a sus amigos. Esperaba que Yuvilen Enthal siguiera sus pasos y atravesara el portal con él, pues estaba seguro que el liche era el mayor de los enemigos y lo lógico era acabar primero con él. Pensó en el aviso de Yuvilen Enthal justo antes de cruzar y cayó en la cuenta de que el Nigromante ahora podía volver a su guarida creando otro portal, mientras que él se quedaría atrapado en el bosque, a mucha distancia de donde más se le necesitaba. Sin embargo, algo le decía que el ansia de venganza de Sephfamir estaba por encima de una táctica burda de aislamiento y que le tenía preparado a él y a la Purificadora un destino más cruel que el de simplemente dejarle allí tirado. Eso era; había amenazado con destruir el bosque entero con cada uno de los elfos dentro; había dicho que iba a extinguir la raza entera, y eso es lo que iba a hacer, sin duda alguna, si él no lo evitaba. Por supuesto, Sephfamir contaba con que el paladín le siguiera —le había provocado, de hecho—, seguramente pensaba eliminarlo en la misma jugada.

18. Fosas de muerte

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.


¡Portador, te necesito!

Era la voz de Yuvilen Enthal, en su cabeza. Era como si le hablara a través de la espada. No le dio importancia. El portal estaba cerrado. Ahora lo importante era el nigromante. Tenía que acabar con él. El escenario era un poco extraño. Se encontraban ambos en el bosque del Sol, sin duda alguna. Pero les separaba una fosa circular recubierta en piedra. De ella emanaba cierto olor a putrefacción. Se asomó a ella. Había un sinfín de cuerpos, aparentemente de orcos, parcialmente cubiertos de tierra y ramas. El Nigromante habló:


Miles de años llevan los elfos
tirando aquí los cuerpos
de quienes matan.

Miles de años cubriéndolos
de cal viva y hierbas desinfectantes
aquí y en otras tres fosas como ésta.
Miles de años llevo yo
esperando este momento.
Planeándolo.

—¿Qué pretendes, demonio?


¿Todavía no lo sabes?
¿No te resulta evidente?
Observa, Portador.

Levitó hacia el centro de la fosa. Levantó una mano, lentamente.


Despertad, hijos míos.

Abajo, algo empezó a moverse.

Levantáos, hijos míos.
Exterminad a todos los elfos del bosque.
No dejéis ni uno con vida.

18. Fosas de muerte

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

Levantó la otra y los cuerpos inertes cobraron vida, ansiosos por llegar a la superficie. Desde cadáveres todavía frescos, pasando por cuerpos pútridos hasta verdaderos esqueletos andantes, peleaban por estar encima de los demás. El liche les hizo una seña y se organizaron, apiñándose sobre un lateral y escalando unos por encima de otros, saliendo de la fosa como las hormigas salen de su hormiguero, muchos de ellos con sus antiguas armas, casi todas oxidadas ya. Algunos muertos vivientes miraban a Vallathir y su espada con desdén, pero ninguno le atacó. Conforme salían de la fosa, corrían en una dirección muy concreta que el paladín adivinó rápidamente: Bernarith'lea. El liche levitó por encima de la marabunta.


Portador de la Espada de Luz.
Mi trabajo aquí no ha hecho más que empezar.
Quedan otras fosas que conformarán
el mayor ejército que haya cruzado este bosque.


Tres fosas más, pensó Vallathir. Tenía que evitar que el liche reanimara a más muertos. Acabar con él cuanto antes, sí. Y fue a su encuentro. El nigromante se desplazó por el aire perezosamente, hacia la espesura. El paladín bordeó la fosa, de la que todavía salían muertos vivientes, y corrió tras él.

18. Fosas de muerte

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.


Vamos, Portador.
No tenemos todo el día.

Corrió todo lo que pudo, pero el liche, aunque levitando no podía alcanzar grandes velocidades, evitaba toda la maleza y se ocupaba sólo de ir sorteando árboles y ramas. A veces levitaba por encima de los árboles. Vallathir lo perdía de vista a veces, pero acababa siguiéndole la pista de nuevo. Pero no fue suficiente. Cuando llegó a la segunda fosa, los muertos ya habían cobrado vida y salido en busca de la comunidad élfica.


Tarde, Portador.
Quizás tengas más suerte ahora.

—¡Maldito seas, demonio! —le gritó—. ¡Enfréntate a mí y acabemos con esto, cobarde!


Todo a su tiempo, Portador.
Primero tengo una misión que cumplir.
Luego acabaré contigo.
Detenme si puedes.

Dicho esto, volvió a escapar entre la maleza, en busca de la tercera fosa.

18. Fosas de muerte

“La Hermandad del Caos” y la portada del presente libro son obra de Víctor Martínez Martí y se encuentran bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
Para ver una copia de esta licencia, visita http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/.

By Víctor Martínez Martí @endegal