La Hermandad del Caos

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

3
El plan

Hola de nuevo —saludó Dedos.
—¿Tú otra vez por aquí? ¿Tienes noticias de Drónegar? ¿Ha regresado?
—No todavía.
La escena resultaba familiar, Dorianne dentro de la celda y Dedos fuera, con Boremac al fondo durmiendo la mona imbuido por los efectos del alcohol y cierta sustancia calmante. La única diferencia residía en que ya no eran las tantas de la noche, sino que en ese momento estaba anocheciendo. Últimamente el príncipe había cambiado las cenas copiosas con festejo a comidas copiosas con festejo, de tal suerte que a media tarde todos los nobles estaban ya hartos de tanto vino, cordero y tartas, día tras día, en una resaca continua, y Dedos quedaba libre antes de lo que había estado siendo habitual.
—¿A qué has venido entonces?
—A comunicarte que no voy a quitarle de la cabeza a tu marido la posibilidad de sacarte de aquí. No creo que pudiera convencerle.
—¡Oh, está condenado entonces! Como yo lo estoy.
—Nada de eso.
—Es muy obstinado, pero créeme que no está capacitado ni para la lucha ni para urdir ningún plan. Lo intentará con todas sus fuerzas y fracasará inevitablemente.
—Estoy de acuerdo en la primera parte del razonamiento. No obstante, evitaré que fracase.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—¿No resulta obvio? Seré yo quien urda el plan para sacaros de aquí.
Dorianne rió, y no era para menos. Incluso el propio mediano se sorprendía de su propia y meditada decisión.

3. El plan

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

Para Dedos, lo fácil hubiera sido largarse de allí en un descuido. Se veía capaz de ir ocultándose entre las sombras o soltarle un comentario chistoso a cualquier guardia que le incordiase y, como quien no quiere la cosa, salir del castillo por su propio pie. Salir de la ciudad era más complicado, ya que su fama de bufón de la Corte y su estatura mediana le impedirían salir de incógnito por la puerta principal. Aún así se veía muy capaz. Empresas más complicadas había resuelto satisfactoriamente.
No obstante, tras meditarlo, decidió que iba a optar por la opción difícil y sacar a Dorian y Drónegar de aquel avispero. En realidad no le importaba mucho el destino de aquellos dos o, al menos, se decía a sí mismo que no había empatizado con ellos lo suficiente para ello. El caso es que optó por la opción difícil por el mero hecho de ser difícil. Después de resolver el enigma del Libro de Magia Natural y encontrar La Purificadora de Almas, se creía el mejor del mundo resolviendo acertijos. ¿Y qué era aquel reto de escapar si no un enorme puzzle de muchas piezas?
Había llegado a la conclusión de que la vida era un cúmulo de situaciones donde un problema podría tener seguro una solución viable si ciertas variables tomaban los valores oportunos. Muchas de esas variables se podían forzar o encarrilar hacia donde uno quisiera si se tenía la habilidad suficiente. Y él se creía muy capaz de forzar ciertas situaciones en el momento oportuno. Dedos era consciente de que aquel amuleto que le robó al cadáver de Gareyter le había estado ayudando en el pasado, aunque también era cierto que ahora mismo no lo poseía. Lamentaba casi a diario el lance que tuvo con la bardo para escapar, en el que perdió su preciada y pequeña esfera verde. Sin embargo, los retos complicados cada vez le atraían más, tenía sed de resolver puzzles y acertijos, de saber el porqué de las cosas. Le daba la sensación de que aquel amuleto le había enseñado el camino para razonar y pensar, y una vez abierto ese camino, no podía parar de andarlo. Si a eso añadimos que los de su raza tenían fama de tener más suerte de lo normal (y él lo creía), se puede entender que Dedos se planteara seriamente resolver aquel asunto por la vía cerebral.

3. El plan

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

—Vamos, no me jodas. ¿Tú? ¿El bufón de la corte tramando una fuga múltiple? —se echó a reír.
—Te advierto que este bufón del que todos se mofan tiene un intelecto superior a la media, ha sido mano derecha de caudillos ladrones, se ha enfrentado a yetis en la Sierpe Helada y ha resuelto varios enigmas de suma importancia por el camino. Te sorprendería con los detalles, pero no estoy aquí para entretenerte con mis hazañas, ¡nos llevaría demasiado tiempo!
—Me quedo más tranquila, entonces —dijo con sarcasmo—. ¿Cómo piensas sacarme de aquí?
—Bueno, ahora mismo podría hacerlo. Sólo tendría que cogerle las llaves a ese mocetón durmiente y abrir esta celda.
—Hazlo, entonces —le retó para ver cómo respondía a eso.
—No. No es el momento todavía. Si consiguiéramos escapar nosotros dos ahora, nada nos garantiza que lográsemos encontrar a Drónegar a tiempo. Tu marido podría presentarse aquí, felizmente, sin saber nada de lo nuestro y encontrarse con que le espera el príncipe para preguntarle por tu fuga. Sería hombre muerto.
—Me alegra ver que no eres un loco infeliz. Parece que razonas. Quizás escuche tu propuesta.
—Por tanto —prosigió el mediano—, el día de la fuga será el mismo día que venga Drónegar o el día siguiente, dependiendo del tiempo que me lleve explicarle el plan o según las circunstancias sean más propicias.
—Entiendo. ¿Y cuál es el plan?
—Lo estoy tejiendo todavía —le dijo. Tras la mirada inquisidora de Dorianne, agregó—: Tendrás que fiarte de mí. Créeme, soy bueno en esto. La primera parte, que es sacarte de la celda, ya la tengo clara. El resto iré resolviéndolo en los días venideros.
—Bueno, si te sirve de ayuda, puedes centrarte en cómo salir de la ciudadela. De la salida del castillo ya me encargo yo.
—¿Quieres decir que sabes cómo salir del castillo sin levantar sospechas?
—Más o menos.
—¿Un pasadizo secreto o algo así?
—Más o menos.
—Tendrás que darme más detalles.
—No te hacen falta. Lo sabrás cuando llegue el momento y yo salga de esta celda. Tendrás que fiarte de mí. Créeme, soy buena en esto. Ocúpate del resto.

3. El plan

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

Dedos estaba patidifuso. No alcanzaba a entender las razones de Dorianne para no confiarle su plan de escape. Quizás porque temiera que la dejara allí abandonada mientras él usaba su "salida secreta", si es que era eso de lo que se trataba, porque no estaba seguro de qué tipo de salida alternativa pudiera sortear el foso de agua con cocodrilos que rodeaba todo el castillo. Dedos había estado pensando en disfrazar de algún modo a Dorianne, con alguna barba postiza y ropajes del propio Boremac u otros que pudiera conseguir que la hicieran pasar por un hombre, quizás por soldado, y poder así salir del castillo por el puente levadizo. Una tarea relativamente compleja y que tendría que pulir. La prepararía de todos modos si la salida de Dorianne era demasiado descabellada para su gusto.
—Está bien —dijo resignado—. Me centraré por ahora en cómo salir de la ciudadela nosotros tres sin levantar sospechas.
—¿Nosotros tres? Cuatro, querrás decir.
—¿Cuatro?
—Cuatro, si te estás contando tú, claro. No esperarás que deje atrás a mi hijo Téanor. Sería hombre muerto; el hijo de dos traidores fugitivos.
Mierda, pensó Dedos. Sabía de la existencia del hijo de Drónegar, pero por alguna razón lo había olvidado por completo. Aquello resultaba una variable que complicaba más todavía, si cabe, la operación.
—Veré qué puedo hacer —dijo al fin.
—Hazlo.

3. El plan

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

Dedos se dispuso a marcharse, pero una voz le detuvo.
—¡Eh! —se escuchó desde la celda de al lado de la de Dorian—. ¿Estáis planeando una fuga?
—Por supuesto que no —dijo tajante Dedos. Habían estado hablando en voz baja, mas era muy probable que el vecino de Dorianne se hubiera empapado de gran parte de la conversación a poco que hubiera estado pegando la oreja—. Sólo estábamos charlando de lo loco que está el clima últimamente —disimuló, aunque sabía que era ya del todo inútil ocultar sus verdaderas intenciones.
—No me vengas con pamplinas. He oído lo suficiente. Soy un soldado fedenario que ya ha sufrido bastantes torturas y experimentos de ese jodido gnomo. Sacadme de aquí, por favor os lo pido. Mi padre es terrateniente. Sabrá compensar el rescate de su amado hijo.
—Créeme si te digo que me encantaría conocer a tu familia, pero no sé si eso va a ser posible —dijo Dedos—. Ya somos demasiada gente como para salir y pasar desapercibidos.
—Ya, bueno —dijo el fedenario—. Si no participo de vuestro plan, es posible que, tal vez, mi lengua no pueda guardar vuestro pequeño secreto. Tal vez, si me engañáis y me dejáis tirado, empiece yo mismo a dar la voz de alarma a grito pelado y no lleguéis vivos al final del pasillo.
—Está bien —concedió Dedos finalmente y con resignación—. Tal vez pueda sacaros a todos de aquí. Ya sabes en qué consiste el plan por ahora. Salir ahora mismo no es una buena idea; moriríamos todos en el intento. Hemos de esperar el momento oportuno, mientras acabo de pulir el resto del plan, que por cierto acaba de complicarse un poco más, si cabe, gracias a ti. Así que estate calladito unos días mientras perfilo los detalles.
—Mi boca permanecerá cerrada. Por ahora.

3. El plan

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

Dorianne miró extrañada al mediano por aquella conversación, pero éste, sabiéndose a salvo de la mirada del fedenario, le guiñó un ojo y se pasó el dedo índice por su garganta a modo de afilado cuchillo. La mujer entendió. Lo que el mediano acababa de hacer era asegurarse de que el fedenario mantuviera el pico cerrado al menos hasta que llegase el momento de la huida. Momento en el que habría que darle una muerte rápida y silenciosa para que no estorbase ni avisase a los guardias.

Salvado aquel pequeño escollo —uno más que podía echar al traste la huida—, el mediano se dispuso a encontrar a Téanor y tantearle. Por lo que sabía por boca de sus padres, no iba a ser fácil convencerle de que su exitosa e incipiente carrera como soldado de Tharler debería truncarse rápidamente para convertirse en una carrera bien distinta; una carrera a la fuga para ser más concretos. Pasar de ser un soldado promesa a un traidor al reino no parecía una motivación apropiada para el momento, así que debería ser convincente con sus argumentos.
Dedos preguntó a varios soldados del castillo, pues tenía entendido que el joven estaba entre ellos, allí en la Corte. De hecho creyó haberlo visto los primeros días de su estancia. Pero la respuesta que obtuvo lo llevó hasta las propias puertas de la ciudadela, lo cual resultaba conveniente, después de todo.

3. El plan

La Hermandad del Caos / Víctor M.M.

—Tú debes ser Téanor, el hijo de Drónegar y Dorianne.
—Y tú debes de ser el bufón de la Corte, vista tu talla.
—Podrías serlo tú, visto tu sentido del humor y tu habilidad innata para el sarcasmo.

Téanor esbozó media sonrisa, y al poco le preguntó altivo:
—¿Qué quieres de mí?
—Te he buscado en la Corte, pero veo que ahora estás de guardia en las puertas de Tharlagord.
—Así es. Soy bueno con la lanza y con el arco. Mis aptitudes aquí son más necesarias que en el castillo.
—Ya veo. Sí, tienes buen futuro aquí, no cabe duda. En Tharlagord, quiero decir.
—Eso parece. ¿Qué quieres de mí?
—Tu madre me ha pedido que hable contigo sobre un asunto que le preocupa.
—¿Mi madre? ¿Has hablado con ella?
—Sí, y se preocupa mucho por ti.
—Dile que estoy bien. Que se preocupe ella de sus propios asuntos. De curarse la cabeza y no decir tonterías. Si lo consigue, me ayudará bastante. La gente habla y no me viene nada bien que la traten de chiflada.
—Está bien, se lo diré. Aunque quizás podrías decírselo tú mismo, si quieres.
—¿Yo? No me dejan verla.
—Eso no será un problema. Creo que podría arreglar una pequeña entrevista. Extraoficialmente, claro está.
—No, mejor no. No quiero líos. Ella a lo suyo, yo a lo mío. Dile que se cuide. De mi parte.
—Sí, de tu parte. Vale. Veo que no tienes una gran imagen de ella.
Téanor no respondió. Quería acabar con aquella conversación. Ya había durado demasiado para su gusto. Dedos atacó por el otro flanco.
—¿Qué me dices de tu padre? ¿También es merecedor de tu desprecio?
—Mi padre es un perdedor. Quiso ser granjero y se arruinó. Le tomaban el pelo. Después de eso lo único que se le ocurrió fue convertirse en criado personal del rey. Toda una vida de servidumbre.
—Admito que ser criado no es mi profesión favorita, pero gracias a eso has crecido en la Corte y no te ha faltado ropa ni comida. Esto te ha dado opciones para convertirte en el soldado que ahora eres.
—Sí, eso se lo concedo.
—Bueno, algo es algo. ¿Y qué me dices del hecho de haber traído a Vallathir al reino?
—Cumplió con el mandato del rey. El rey le dijo "Trae a Vallathir", y mi padre fue y lo trajo.
—Así, sin más.
Téanor hizo una mueca, como preguntando, "¿y qué más, si no?".
—Pues no fue así. De entrada, no fue el rey quien se lo ordenó. Tu padre le rogó al rey realizar una expedición e ir en búsqueda de Vallathir, que estaba en un lugar indeterminado de la Sierpe Helada, y tu amado rey le dijo algo así como que "Búscalo tú si quieres, que aquí tenemos asuntos más importantes que atender". Nadie creyó que lo lograría, salvo tu madre y él mismo. El rey, harto de oírle la cantinela, le dio un par de soldados de escolta y un salvoconducto. Firmarlo es lo máximo que tu rey ha hecho por tu familia en los últimos veinte años. La fácil misión que tú imaginas se saldó con esos dos soldados muertos y muchos otros que tu padre pudo ir reclutando por el camino. Orcos, yetis, ladrones, bárbaros de la montaña... Sólo tu padre llegó hasta Vallathir de una pieza, casi muerto por congelación.
—No me lo creo.
—Pues créetelo porque fue exactamente así como sucedió, y no sé cuántos hombres aquí en Tharlagord serían capaces de realizar esa hazaña. Vallathir ha regresado a Tharler y tuvo su entrada triunfal aquí gracias única y exclusivamente a tu padre. Ahora se sabe que el paladín ayudó y mucho para conquistar Vúldenhard. Recuérdalo bien: gracias a tu padre, el perdedor.
—Vallathir es un héroe forjado en el ejército de Tharlagord y pulido en la Sierpe. No lo compares con mi padre.
—Oh, Vallathir, el héroe valiente, el espejo en el que se mira todo soldado tharleriano —ridiculizó con voz de falsete y moviendo las manos—. ¿Quieres hablar de héroes y de valor? El valor no reside en ser el mejor con la espada. Eso te da la seguridad de vencer en casi todas las batallas y pierdes el miedo a la muerte. Eso no es valor, es prepotencia. El auténtico valor es saberte inferior en multitud de virtudes y enfrentarte al peligro sabiendo que lo más probable es que mueras en el intento. El valiente no es el que no teme, el valiente es el que hace lo que hace por un bien mayor a su propia vida, por su gente, su familia, aunque esté tan aterrado que se orine encima. Eso es lo que tus padres están haciendo por ti ahora mismo, ellos son los héroes de esta historia y ni siquiera eres consciente de ello. Eres demasiado joven. Algún día entenderás, y será tarde.
—¿De qué demonios me estás hablando? Esto me lo he ganado a pulso, yo solo. Entrenando a diario. ¿Qué carajo están haciendo ellos por mí?
—Sufriendo penalidades para salvarte.
—¿Salvarme a mí? ¿De qué? Yo estoy perfectamente. Mi padre está de excursión y mi madre está en una cama bien atendida.
—Téanor, es hora de que abras los ojos. Tu madre no está en ninguna sala de curación.
—¿Qué?
—Tu madre vio por error algo que no debía ver. Como suele decirse, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Tus amados rey y príncipe la golpearon y casi la matan por ello. Para que no dijese nada a nadie y para que tu padre colaborara con el asunto de Vallathir, la encerraron en la mazmorra. Allí ha sido torturada y violada repetidas veces y no parece que las cosas vayan a mejorar en lo sucesivo. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
—No, no puede ser cierto. ¿Por qué se ha ido mi padre a Vúldenhard?
—¿No te lo dijo? Claro, continúa protegiéndote de todo el embrollo mientras le es posible. Tu padre se fue a buscar una ayuda que no sé si habrá encontrado, pero en cuanto regrese aquí, lo primero que va a hacer es intentar sacar por todos los medios a tu madre de esa prisión. ¿Entiendes las consecuencias de todo esto?
—No, nada de esto es cierto. No puede ser cierto. ¡No!
—Téanor... Muy pronto vas a tener que posicionarte. O salvas a tus padres o los condenas a una muerte segura. No creo que les odies tanto como para hacer oídos sordos a lo que te estoy diciendo. El rey y el príncipe no van a tolerar medias tintas.
—¡Es todo una mentira! ¡Lárgate de aquí, maldito enano embaucador! ¿Qué sacas tú de todo esto? ¿Dinero? ¿Venganza? ¿Qué? ¡Lárgate!
—¡Téanor! Puedes comprobar tú mismo lo que digo. Te llevaré hasta tu madre y verás su situación con tus propios ojos.
—¡No! ¡No iré! ¡No quiero verla ni a ella ni a mi padre nunca más!
—Entonces, así será. Deseo concedido. No los verás nunca más. Espero que puedas dormir con eso.

Dedos giró sobre sus talones y desapareció de la vista del joven Téanor. Visto el cariz que estaba tomando la situación, empezaba a plantearse la posibilidad de largarse de allí él solo. Días después el mediano se arrepentiría enormemente de no haberlo hecho en ese preciso momento.

3. El plan

“La Hermandad del Caos” y la portada del presente libro son obra de Víctor Martínez Martí y se encuentran bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 3.0 Unported.
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By Víctor Martínez Martí @endegal