Ghalador vio entonces innecesario el sufrimiento de su hijo. Le ahorraría, al menos, una parte. Sacó una llave de su bolsillo y abrió las argollas de las manos del convaleciente. Aquél se miró las muñecas laceradas y se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Padre... —susurró.
El Líder Natural le abrazó y su hijo le correspondió. Pero no tardó mucho en pasarle las cadenas por el cuello y apretar, ahogándolo. Tarde descubrió que la fragilidad de su hijo no era más que una pantomima.
—Padre, gracias por esta oportunidad que me has dado. Sabía que no me fallarías. Intuía que tú guardabas una llave, pero no estaba seguro. Yo sí te he fallado una vez más, pero te prometo que será la última. No puedo dejarte con vida, pues delatarías mi huida y no puedo consentir eso. Lo entiendes, ¿verdad? Tenías razón, el tratamiento estaba funcionando, pero ni siquiera imaginaste que no quiero cambiar en absoluto. Me gusta como soy ahora, ¿puedes entender eso? Por mucho que me hubierais limpiado el alma, jamás se me perdonarían mis actos aquí. Jamás habría sido el Líder Natural de Bernarith'lea y ahora ni siquiera yo soportaría serlo. Sois asquerosamente débiles y cobardes. Todos sin excepción. Os acurrucáis aquí como polluelos temerosos mientras el mundo os amenaza, esperando ser engullidos por el puño de hierro humano. Sea, pues. Sucumbid a vuestra propia ineptitud y cobardía, pero yo me largo de aquí. Necesito hacer las cosas a mi manera, vivir mi vida y no la vuestra.
Los ojos de Ghalador se salían de sus órbitas, su expresión era más de extrañeza por lo que le estaba diciendo su propio hijo que por su muerte inminente.
—Adiós, padre —se despidió el Renegado mientras notaba que las fuerzas de su víctima se diluían como una lágrima en un océano.
Los brazos del Líder Natural cayeron inertes.
Escarbó en el bolsillo de su padre y usó la llave para soltarse las argollas de los pies. No escondió el cuerpo. ¿Para qué? Cuando alguien entrara allí, lo primero que vería serían las cadenas sueltas y daría la alarma igual de aprisa. Ahora sólo le quedaba salir de allí rápido y sin ser visto. No sería tarea fácil, pero sabía que podía lograrlo. Conocía todos los rincones de Ber'lea y los hábitos de los puestos de guardia como el que más. Una vez saliese del Bosque del Sol, sabía exactamente adónde iría. Tenía asuntos pendientes que solucionar.