Respecto a este libro La Hermandad del Caos, debo decir que es mi preferido de los tres. Aparte de que supone la satisfacción personal de acabar una trilogía, uno de los motivos es que con él se cierra el círculo. No me refiero a que la historia concluya en un final cerrado, sino que en él se explican todas (o casi todas) las lagunas y toda (o casi toda) la mitología subyacente. Es decir, considero que este libro es el que compacta toda la historia. La que le da el sentido que quería darle y en cierto modo reescribe parte de los libros anteriores.
La escritura de La Hermandad del Caos se separa mucho en el tiempo de los dos libros anteriores. A la hora de escribir estas líneas, hace un mes que lo terminé, y aunque todavía tiene partes escritas "en crudo" que necesitan un poco más de cuerpo, la lectura del libro es enteramente disfrutable. Lo iré puliendo mientras me lo permita mi tiempo y las correcciones de los libros anteriores.
Este volumen es el más oscuro de los tres y también el más crudo. Ciertas acciones van a tener consecuencias más duras de lo acostumbrado. Sin embargo, espero arrancar una sonrisa al lector en alguna que otra escena canalla y en la multitud de referencias (llamemosle homenajes o copias baratas si lo prefieres) a otras obras, la mayoría de ellas fácilmente reconocibles.
Si has llegado hasta aquí, pasando por los anteriores libros, estoy seguro que lo disfrutarás mucho, pues los personajes han ido creciendo a base de palos y mostrarán ahora todo su potencial físico, mental o, directamente, su mala leche. No sólo hablo de los personajes conocidos, también ocurre en los nuevos o en los que se mencionaron sólo de pasada en pasajes anteriores.
Con todo, estimo que este libro concluye bien la trilogía y le da a la historia una nueva perspectiva. Y como la historia de la vida real, no hay un final cerrado de vivieron felices y comieron perdices, pues aunque se cierra un arco argumental importante, un final no es más que otro principio, y cada cual va a tener que seguir con su vida después de lo que acontecerá.
Ideas tengo, bastantes, para realizar una continuación con los supervivientes. Alguna de ellas se deja entrever en el capítulo "Encuentro de bardos" del que espero no se me eche en cara mi osadía como autor inmiscuyéndome más de lo que debiera en las vidas ajenas. Si llego a escribir más en este universo sabrás indefectiblemente por dónde van a ir los tiros, aunque prometo sorprenderte en el desarrollo de la trama.
A veces me han preguntado si soy escritor "de brújula" o "de mapa". Escribir como una brújula implica ir sobre la marcha, sin una planificación demasiado definida. Imagínate que quieres ir a un lugar que sabes que está al norte, pero desconoces los caminos. Es así como escribí el primer libro y medio del segundo. Tenía en la cabeza aspectos muy globales de la historia, pero ésta se iba definiendo a medida que la escribía, hasta el punto en que en ocasiones yo, como autor, desconocía qué iba a ocurrir en el capítulo siguiente. De repente, se te ocurre sobre la marcha un personaje para una circunstancia muy concreta y al final éste acaba siendo imprescindible en el devenir de la historia. Casos hay muchos, pero por poner un ejemplo, Aristel es uno de ellos. Si ese personaje no hubiera manifestado un interés y búsqueda del pueblo élfico, seguramente la trilogía hubiera cambiado mucho.
Escribir "con mapa" es tener muy claro el camino que vas a recorrer. No sólo el principio y el fin, sino todos los caminos que vas a emprender. El segundo libro empecé a trabajar de ese modo, anotándome cosas que quería tratar para no dejarme nada y que todo estuviera bien atado. El tercer libro ya lo planifiqué enteramente con una escaleta. Primeramente escribí grosso modo todo lo que quería que pasara en el libro, así condensado, como una sinopsis (pero con spoilers, claro). Luego fui separando esos conceptos y ordenándolos, según quería que se fueran narrando. Más tarde lo separé en capítulos. Al final, lo que obtuve fue un listado de capítulos con un resumen de cada uno de ellos. La ventaja de trabajar así es clara: tienes los objetivos definidos y te evitas salirte por la tangente o meterte en camisa de once varas. Evitas también el peligro de no terminar nunca la novela, pues con la brújula puedes meterte sin querer en un laberinto del que es difícil salir.
Me permitió también escribir los capítulos según me apetecía. Si tenía ganas de escribir el capítulo 14, lo escribía, dejándome el 10 a medias. Esto puede parecer más aburrido que la brújula, y en cierto modo lo es, pero no coharta en absoluto la creatividad, sólo la improvisación de lo importante justo en el momento de escribirlo. Con el mapa, la escaleta, me he encontrado todavía con sorpresas mayúsculas escribiendo sobre la marcha. Porque el resumen que tienes del capítulo es eso, un resumen. Llega un punto en que el detalle concreto es muy importante, y darle solución a un pequeño conflicto puede ser más complicado (y divertido) de lo que a priori parecía.
En este libro van a morir personajes que no tenía previsto que muriesen ni de lejos, pero resultó que la situación no dejaba mejor salida que la muerte, el abandono, la traición o cosas peores. He metido a personajes en un fregao importante y me he dado cuenta que sacarlos de ahí según el plan va a ser harto complicado, tanto, que para hacerlo requeriría de un Deus ex machina y no hay cosa que odie más. En ocasiones me ha servido para calentarme la cabeza mucho y enriquecer la historia, y en otras no me ha quedado más remedio que dejar a algunos a su vil suerte.
Así es como he escrito estos tres libros: brújula primero, mapa al final. ¿Cómo escribo el resto de textos? Pues como hasta ahora mis otros textos han sido bastante más cortos y las tramas no dan para cruces complicados, por lo general tengo el mapa en mi cabeza y escribo teniendo claro principio, camino y fin. No obstante, el día que deba emprender un texto largo seguramente echaré mano de la técnica de la escaleta.
Antes de terminar esta nota, no me resisto a comentar la presencia de mujeres en mi obra. Se nos suele echar en cara a los autores varones la ausencia de mujeres protagonistas en nuestros escritos. Solemos excusarnos diciendo que nos cuesta meternos en la piel de ellas y la verdad es que algo de razón hay en ello. Cuando escribimos sobre ellas, nos es más fácil tirar del tópico o cómo nos gustaría a nosotros que se comportaran. En el caso de las novelas de aventuras ellas suelen ser el merecido descanso del guerrero o la indefensa doncella a la que se rescata. En ocasiones son guerreras o brujas, pero comportándose de acuerdo a nuestra testosterona. Ahora que el feminismo está en plena ebullición repaso mis personajes femeninos con cierto temor, acaso no haya caído en los mismos errores. Respiro con cierto alivio al ver que mis "personajas" tienen mucho peso en la historia y las hay de variada personalidad. Incluso al final de este libro dejo caer sin demasiado disimulo cuál es mi personaje preferido, aunque lo haya puteado bastante (y sí, no tiene pene).
Aún así, visto ahora, pienso que podría haber incluído más mujeres en la historia. Imagino que como hombre que soy pongo a hombres por defecto sin pensar y sólo pongo a mujeres cuando creo que esa característica aporta a la historia. Tenemos que ir cambiando eso, poco a poco ahora que somos conscientes.
Bien, poco más me queda por decir. Si te medio gustaron los libros anteriores, estoy seguro que te encantará éste, así que, ¡adelante!